Nosce te Ipsum
Thursday, July 21, 2005
 
Julián tiene 27 años. Vive en un pequeño departamento rentado en el mero centro de la ciudad, en uno de esos edificios construidos en tiempos del paternalismo mexicano. El edificio tiene esa fealdad peculiar que indica cierta premeditación maliciosa del arquitecto. Los pequeños mosaicos cuadritos-verde-azulosos de la fachada insinúan la conformidad que el edificio reclama a sus habitantes. Su departamento tiene una sola habitación, un comedor, un pasillo al fondo que sirve como cocina, y un baño con una ventana que da hacia un tragaluz. Cuando la ventana esta semi-abierta se pueden ver otras tantas ventanas que dan hacia departamentos más o menos idénticos. En el departamento de enfrente vive la doña. A veces Julián cede a la curiosidad de mirar la vida paralela que ocurre enfrente. La doña suele usar el baño cada noche más o menos a la misma hora, y aunque no logra distinguir gran cosa, pues la ventana está relativamente opaca, ve su silueta enmarcada en un color amarillo chillón, la sombra permanece suspendida en el mismo lugar durante algunos minutos. Por lo demás, a veces se encuentra a la Doña que sale en las mañanas a regar las tres macetas que están a la entrada de su puerta metálica color café.

Julián vive solo. No le gusta su jaula, como el mismo la llama, pero la costumbre ha hecho que se le olvide constantemente el desagrado que le produce el encierro. Además, procura pasar la mayor parte del tiempo fuera. Hoy por la mañana no fue la excepción. Julián tomó su sombrero, (un sombrero de lana roja, un tanto ridículo, que a su rostro delgado y pálido le da un aspecto un tanto despreocupado), bajó las numerosas escaleras y se lanzó a la calle. Afuera el día estaba bastante saturado y los rayos del sol eran más amarillentos que de costumbre. El cielo tenía un color blancuzco, resaltando la suciedad de las cosas. Julián pensó en agarrar una carcacha-cucaracha ecológica, en esta parte de la ciudad rara vez se ve un BMW, (a menos que sea un político en busca de la venturosa vida nocturna de los barrios bajos), pero la sensación de saciedad que irradiaba el día le pareció más atractiva y decidió caminar.

Julián se sentía con ganas y el día pintaba bien para ir al mercado de pulgas. Extrañamente, Julián sentía cierta fascinación por estos días reverberantes. Pasó a un lado del puesto de revistas que empasilla la banqueta con el edificio de enfrente, no sin antes mirar de reojo las revistas pornográficas, sobre todo las más explícitas y vulgares con mujeres grotescas y exageradas, de esas que ojean impúdicamente los camaradas en los microbuses. Una de las revistas tenía en la portada a una mujer de unos 35 años, ligeramente desparramada, con la piel blancuzca y el cabello negro, el calzón también negro de nylon trasparentoso que dejaba ver parte del pelo púbico, la mirada lasciva enfocada en él. Esta imagen se impregnó en su cerebro y lo acompaño unos cuantos segundos. ¿O será el quien quiso conservarla en su memoria?
 

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